domingo, 19 de noviembre de 2017

Los senderos del mar, de María Belmonte

María Belmonte
LOS SENDEROS DEL MAR
Acantilado, 2017 - 248 págs. - inicio
[buen paseo, pero prefiero Los peregrinos de la belleza]
«Recorrer una costa rocosa cuando se ha retirado la marea me sigue deleitando tanto como cuando era pequeña. Igual que entonces, me puedo pasar las horas examinando los charcos intermareales -relucientes como espejos y misteriosos como pequeños jardines acuáticos- que el mar ha formado en su provisional retirada. Estos charcos o pozas de marea albergan criaturas capaces de resistir al oleaje, las corrientes, la insolación y la pérdida de humedad. Son los erizos, estrellas de mar, mejillones, caracoles marinos, percebes, anémonas, cangrejos, lapas, algas, quisquillas, gusanos... y muchísimos más. Todo y todos están intimamente relacionados en este agitado habitat intermareal: las olas despegan mejillones y los arrastran al mar, las gaviotas arrancan erizos y los dejan caer para romperlos, la estrella de mar devora mejillones y a su vez es comida por las gaviotas, las anémonas de mar comen caracoles y cangrejos y viven en simbiosis con un tipo de alga que fabrica alimento para ellas... El apasionado Goethe, al contemplar a un habitante de la playa, exclamó: "¡Qué delicioso y magnífico, qué cosa tan grandiosa es un ser vivo! ¡Qué adecuado a su estado, qué verdadero, qué pertrechado de ser!"» (pág. 70-71)


«El elemento clave de los acantilados que componen la costa desde Motrico hasta Zumaya es un importante afloramiento rocoso conocido como flysch, una alternancia de capas de roca caliza (claras y duras) y de margas (más blandas y oscuras). Estos estratos abarcan sesenta millones de años de historia del planeta y permiten contar el tiempo a medida que uno avanza: un estrato formado de una capa de margas y otra de caliza equivale a unos veinte mil años, lo que tardaron en formarse. Cinco estratos y has recorrido cien mil años o, lo que es lo mismo, mil siglos comprimidos en unos centímetros de roca. Y la prueba de que esos acantilados surgieron del mar es la presencia de fósiles marinos que quedaron atrapados en ellos [...] De hecho, la roca caliza es un cementerio de millones de estas diminutas criaturas marinas que en algún momento estuvieron vivas y flotaban en el mar [...] A la roca caliza debemos las estalactitas y estalagmitas, las cuevas y oquedades de las montañas por las que discurren secretas corrientes de agua o el acantilado redondeado en forma de gigantesca ola petrificada de la playa de Sakoneta.» (pág. 130)

«La certeza de que nuestro cuerpo forma parte de un ciclo de desintegración y reconstrucción en un tiempo ilimitado nos otorga una suerte de turbadora inmortalidad.» Robert Macfarlane

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