jueves, 29 de marzo de 2012

Si empujamos todos


L'avi Siset em parlava de bon matí al portal
mentre el sol esperàvem i els carros vèiem passar.
Siset, que no veus l'estaca on estem tots lligats?
Si no podem desfer-nos-en mai no podrem caminar!

Si estirem tots, ella caurà i molt de temps no pot durar.
Segur que tomba, tomba, tomba, ben corcada deu ser ja.
Si jo l'estiro fort per aquí i tu l'estires fort per allà,
segur que tomba, tomba, tomba, i ens podrem alliberar.

Però, Siset, fa molt temps ja, les mans se'm van escorxant,
i quan la força se me'n va ella és més ampla i més gran.
Ben cert sé que està podrida però és que, Siset, pesa tant,
que a cops la força m'oblida. Torna'm a dir el teu cant:

Si estirem tots, ella caurà i molt de temps no pot durar.
Segur que tomba, tomba, tomba, ben corcada deu ser ja.
Si jo l'estiro fort per aquí i tu l'estires fort per allà,
segur que tomba, tomba, tomba, i ens podrem alliberar.

L'avi Siset ja no diu res, mal vent que se l'emporta,
ell qui sap cap a quin indret i jo a sota el portal.
I mentre passen els nous vailets estiro el coll per cantar
el darrer cant d'en Siset, el darrer que em va ensenyar.

Si estirem tots, ella caurà i molt de temps no pot durar.
Segur que tomba, tomba, tomba, ben corcada deu ser ja.
Si jo l'estiro fort per aquí i tu l'estires fort per allà,
segur que tomba, tomba, tomba, i ens podrem alliberar.

L'estaca. Letra y música de Lluis LLach

martes, 27 de marzo de 2012

La sargento Margaret y el placer

Libros al peso en Barcelona, frente al Palau de la Música
«(…) En “Código Best Seller” (temas de hoy, 2010) de Sergio Vila-Sanjuán –libro que te recomiendo- el prólogo lo escribe José Antonio Marina. En la página 16 escribe el filósofo que los best sellers activan las tres clases diferentes de deseos de la persona: de placer, de socialización y de ampliación de posibilidades.
   Te cito, a partir de ahora, textualmente:
   “El primer gran deseo es la búsqueda de placer: ¿Qué placer se busca en el best seller? Ante todo, el que acompaña a nuestra necesidad de escuchar historias, por eso suelen ser libros en los que pasan muchas cosas. En segundo lugar, a nuestra necesidad de emocionarnos. Ya lo dijo Virginia Woolf: “A la gente le gusta sentir”, por eso los best sellers usan mecanismos eficaces para suscitar emociones universales: (…) Por último acudimos a esos libros –como a la TV o al cine- para huir del aburrimiento, para divertirnos, para descansar, entretenernos, matar el tiempo, y por eso deben captar la atención inmediatamente, “interesarnos” (-inter-esse- es meternos en medio del asunto)”
   Yo (como mujer que soy, dirán algunos) tengo una mente muy complicada, de lo cual me alegro. Tan complicada es mi cabeza que hay días que necesito sentimientos en vena, que vayan directos al lugar dentro de mi cerebro que procesa los placeres. Esos días no quiero pensar, no quiero razonar. Esos días no quiero leer dos veces la misma frase. Esos días necesito que me complazcan con rapidez. Me gusta la literatura y me gusta leer. Mucho. Por eso soy omnívora. No tengo prejuicios y busco el placer. Unos días ese placer puede venir de un libro de Dostoievski y otros de un libro de María Dueñas. Los prejuicios –tú lo sabes bien, no hace falta que te lo diga- son el cáncer del amante de la literatura.
   Hay que comer de todo como nos decían nuestras madres cuando no queríamos terminar las judía verdes de la cena (…)»
Libros al peso en Barcelona, frente al Palau de la Música
[venta de libros al peso frente al Palau de la Música de Barcelona]

miércoles, 21 de marzo de 2012

El tiempo es un canalla (y un cabrón)

El tiempo es un canalla. Jennifer Egan
“Utilizando su handset, empezó a crear un sistema para seleccionar posibles loritos entre sus 15.896 amigos. Utilizó tres variables: hasta qué punto andaban necesitados de dinero («necesidad»), las conexiones y el respeto de los que gozaban («alcance») y su predisposición a dejarse influenciar («corruptibilidad»). Eligió a varias personas al azar, les otorgó una puntuación de 10 a 0 en cada categoría y elaboró un gráfico tridimensional en su handset, en el que buscó puntos en los que confluyeran las tres líneas. Sin embargo, en todos los casos, tener una buena puntuación en dos categorías significaba obtener un resultado pésimo en la tercera: los que eran pobres y altamente corruptibles, como su amigo Finn, un actor fracasado y poco menos que drogadicto, que había colgado en su página una receta para preparar speedballs y que vivía básicamente de la caridad de sus antiguos compañeros de clase de Wesley (necesidad:9; corruptibilidad:10), no tenían alcance (1). Los que eran pobres pero influyentes, como Rose, una stripper y violonchelista cuyos cambios de peinado eran copiados de forma instantánea en algunos puntos del East Village (necesidad:9; alcance:10), eran incorruptibles (...) También había personas influyentes y corruptibles, como su amigo Max, el excantante de los Pink Buttons y actual potentado de la energía eólica, que tenía un triplex en el Soho y que cada año organizaba una fiesta por Navidad en la que se servían cantidades ingentes de caviar y que hacía que la gente empezara a besarle el culo ya en agosto, con la esperanza de ser invitados (alcance:10; corruptibilidad:8). Pero Max era popular precisamente porque era rico (necesidad: 0), de modo que no tenía incentivos para venderse.” (pp. 375-376)

A visit from the Goon Squad, Jennifer Egan, 2010.
El tiempo es un canalla. Traducción de Carles Andreu. Editorial Minúscula, 2011.
El temps és un cabró. Traducción de Carles Miró. Edicions de 1984, 2011.

viernes, 16 de marzo de 2012

De camino a Yecla (2012, 2003 y 1902)

La Maneta, Yecla, 2003

«Desde Jumilla he venido en carro hasta la casa de don Antonio Ibáñez, que es la primera de las que hay en el Pulpillo. Aquí he bajado: deseaba volver a pisar la tierra de esta inmensa llanura, respirar el aire a plenos pulmones, bañarme en el sol tibio, de primavera, que inunda la campiña. Y he sentido, al tocar la tierra y extender la mirada a lo lejos, una sensación como de voluptuosidad triste, de angustia y de bienestar... La llanura verdea en su extensión remota; los sembrados están altos y se mueven de cuando en cuando, como oleadas, mecidos por ráfagas suaves de aire templado. Veo las rojizas lomas de las Moratillas, las Atalayas con sus laderas amarillentas salpicadas con los puntitos simétricos de los olivos, la imperceptible silueta azul, allá en el fondo, de la sierra de Salinas.»
La voluntad. Azorín (1902)

martes, 13 de marzo de 2012

Aire de Dylan, un libro libre

«Escribir esa autobiografía apócrifa no solo me permitiría seguir en contacto con mis jóvenes camaradas de la sociedad del aire, sino que me situaría ante un reto literario interesante. Tenía, además, la impresión de que ponerme en la piel de otro me iba a ayudar a relajarme. “Nada tranquiliza tanto como una máscara”, me había dicho la noche anterior mi mujer, siempre tan comprensiva con mis problemas y con mis angustias y con mis intentos de aplazar la llegada rotunda de la vejez.

   Además, no se me escapaba que el tono autocrítico que emplearía para todo el libro podría secretamente dirigirlo también contra mí mismo. Sería un modo de castigarme por la cantidad de cobardía de mi vida de escritor. En fin, que en lugar de consultar horóscopos, me haría mucho bien ponerme a escribir con una máscara y azotarme con saña, con el placer añadido de destrozar de paso a un escritor superior a mí y antiguo competidor en el oficio de las letras. Y aquí creo que habría que añadir que destruir a los colegas es un ejercicio muy beneficioso para la salud de resentidos como yo. Recomiendo ese ejercicio a todos. Y cuando digo a todos, sé bien lo que me digo. No creo que haya un solo escritor ambicioso que, en mayor o menor proporción, no sea un resentido y al que destruir a un colega no vaya a hacerle mucho bien (...)




   A fin de cuentas, ¿no había estado, antes de decidir en secreto que me retiraba, deseando siempre dar cualquier día con una buena justificación para poder escribir mi obra más desequilibrada y libre? Oportunidades como ésas, comencé a pensar, no pasan dos veces por delante de la puerta de la casa de uno. Además, nada admiro tanto como ese día en la vida de Bob Dylan, en Newport, en 1965, cuando todo el mundo le consideraba una cantante de folk y se presentó con una ruidosa banda eléctrica que ninguno de sus adoradores comprendió, por poco lo matan. Pero el arte es también escapar de lo que creen que eres o de lo que esperan de ti.

   Vi pues que, con la excusa de reparar el daño causado por Laura Verás, podía intentar escribir mi libro más libre: un viaje crítico, satírico, no exento de humor y de compasión, al corazón mismo de la tan dudosa grandeza del arte contemporáneo (...)

   Iba a divertirme criticando, a través de Lancastre, a toda la literatura de mi propia generación, incluido desde luego yo mismo. Aniquilaría todo tipo de esperanzas sobre nosotros, los escritores nacidos entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado. Tal como quería Débora, Lancastre iba a aparecer como el hombre que bien pronto pasó a la vitrina de las antiguallas para que el futuro de la escritura pudiera ser diferente, para que el futuro pudiera pertenecer a gente como Débora y Vilnius, que se decantaban más por la idea de no hacer nada y no tener futuro, sólo encogerse de hombros y no moverse de un camastro ruso, aunque no descartaban escribir de vez en cuando en la vida, en la vida de las personas, también en la mía seguramente.»

Tres conversaciones de Marcos Ordóñez y Vila-Matas en El País:

martes, 6 de marzo de 2012

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Why Be Happy When You Could Be Normal, Jeanette Winterson
«Tenía dieciséis años y mi madre estaba a punto de echarme de casa para siempre, por haber roto una gran regla, más grande que los libros prohibidos. La regla no solo era Nada De Sexo, sino que añadía terminantemente, Nada De Sexo Con Tu Propio Sexo.
   Yo tenía miedo y era infeliz.
   Me acuerdo que iba a la biblioteca a recoger las novelas policíacas. Uno de los libros que me encargó mi madre se titulaba Asesinato en la catedral, de T.S. Eliot. Ella dedujo que sería una morbosa historia sobre perversos monjes católicos, cualquier cosa que fuera mala para el Papa le gustaba.
   El libro me pareció un poco corto –las novelas de misterio suelen ser bastante más largas–, así que le eché un vistazo y vi que estaba escrito en verso. Sin duda no estaba bien… Nunca había oído hablar de T.S. Eliot. Pensaba que sería algún pariente de George Eliot. La bibliotecaria me contó que era un poeta norteamericano que pasó casi toda su vida en Inglaterra. Murió en 1964 y había ganado el premio Nobel.
   No leía poesía porque mi objetivo era abrirme paso a través de la LITERATURA INGLESA DE LA A A LA Z.
   Pero aquello era diferente…
   Leí: “Este es un momento / pero has de saber que otro / te atravesará con una repentina alegría dolorosa”.
   Empecé a llorar.
   Los lectores me miraron con reprobación, y la bibliotecaria me recriminó, porque en aquella época no podías ni estornudar en una biblioteca y mucho menos lloriquear. Por eso me llevé el libro fuera y lo leí de un tirón, sentada en las escaleras en medio del típico vendaval del norte.
   Aquella obra hermosa y extraña hizo soportable aquel día, me ayudó a soportar la idea de otra familia fracasada. La primera vez no había sido culpa mía, pero todos los niños adoptados se culpan a sí mismos. La segunda fue por mi culpa, sin lugar a dudas.
   Estaba confundida sobre el sexo y la sexualidad, y molesta por los problemas prácticos e inmediatos de dónde vivir, qué comer y cómo superar los exámenes.
   No tenía a nadie que me ayudara, pero T.S. Eliot me ayudó.
   Por eso cuando la gente dice que la poesía es un lujo, o una opción, o para las clases medias cultas, o que no se debería leer en el colegio porque es irrelevante, o cualquiera de esas extrañas tonterías que se dicen sobre la poesía y el lugar que ocupa en nuestras vidas, sospecho que a la gente que las dice le ha ido bastante bien. Una vida dura necesita un lenguaje duro, y eso es la poesía. Eso es lo que nos ofrece la literatura: un idioma suficientemente poderoso para contar cómo son las cosas.
   No es un lugar donde esconderse. Es un lugar donde encontrar.» (pp. 48-49)

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? (Why Be Happy When You Could Be Normal). Jeanette Winterson. Trad. Álvaro Abella Villar. Lumen, 2012.

viernes, 2 de marzo de 2012

Wislawa Szymborska: Posibilidades

Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del Warta.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
 a amar a la humanidad.
Prefiero tener a la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
 que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.
Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
 a lo ridículo de no escribirlos.
Prefiero en el amor los aniversarios no exactos
 que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
 que no me prometen nada.
Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
 a muchas otras tampoco mencionadas.
Prefiero el cero solo
 al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo insectil al estelar.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
 de que el ser tiene su razón.

Wislawa Szymborska (Polonia, 1923-2012). Posibilidades. Versión Gerardo Beltrán.
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